ESPACIO PARA EL DESASOSIEGO

"Un hombre no está bien hasta que sea feliz, sano, y próspero; y la felicidad, la salud, y la prosperidad son el resultado de un ajuste armonioso del interior con el exterior del hombre". James Allen

lunes, 21 de febrero de 2011

El Hacedor (1960) - Fragmento

   Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografia del siglo xviii, las etimologias, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas paginas no me pueden salvar, quizá porque to bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la pie­dra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con to infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo to pierdo y todo es del olvido, o del otro.
         No sé cuál de los dos escribe esta página.
(De El hacedor (1960), en Obras completas. Buenos Aires: Emecé Editores, 5ª impresión, 1976.)

Bibliotecas y Mujeres

Quien lo iba imaginar, que un púber desparchado pudiese obtener de los primeros y tímidos acercamientos a las mujeres, el descubrimiento de una pasión no tanto más grande, pero si más agradecida, la bella pasión por las Bibliotecas.
Un contacto efímero con los libros era el que me había perseguido hasta ese momento, pero que vino a encontrar en el deseo por conocer a esas bellas representantes del género femenino, la consolidación de una relación interminable y poderosa hasta estos días.
Ella, sobrina de la  bibliotecaria del colegio donde iniciaba la secundaria, delgada y blanca me marcaba por las tardes el sendero hacia ese rincón de la Biblioteca donde tras un mostrador, pasaba horas enteras, no inmersa propiamente en el "En busca del tiempo perdido" de Proust o El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, sino contando, como suelen hacer las mujeres (con pelos y señales), las peripecias de su dia de clases a su paciente tía, que la escuchaba en principio con cierta curiosidad pero luego de un rato, con marcado desdén. Recuerdo que solía pedir el primer libro que me venía a la cabeza, con tal de pasar al menos un ratito escuchando lo que para mí era una "melodiosa" voz, poniendo atención en cada detalle de su relato donde posiblemente me informara un dato relevante a la hora de la conquista, pero luego me percataba de aquello que tenía en mis manos, y que de vez en cuando, cuando se advertía mi intención de espiar, tenía que abrir para justificar mi coartada. "El viejo y el Mar"de quien para ese momento era un completo desconocido para mí, pero que con cada paso de las páginas me envolvía en ese oleaje de palabras, que me mecía en esa prosa exquisita colmada de detalles y finas texturas. No falto mucho para perder el interés en esa "chillona" voz que se escuchaba tras el mostrador, y tenía que buscar el más silencioso de los rincones, tras los estantes, cualquier lugar, donde no me perdiera nada de esa maravillosa aventura que Hemingway me quería contar. Obviamente, al día siguiente, con la excusa perfecta, regresaba a ese mágico mundo, ese espacio donde cualquier cosa podía ser real, menos el beso de esa carita blanca y fina.  

jueves, 17 de febrero de 2011

Mundo escrito, mundo no escrito

"Pertenezco a esa parte de la humanidad -una minoría a escala planetaria pero creo que una mayoría entre mi público- que pasa gran parte de sus horas de vigilia en un mundo especial, en un mundo hecho de líneas horizontales en el que las palabras van una detrás de otra y en el que cada frase y cada punto y aparte ocupan su lugar debido: un mundo que puede ser muy rico, quizá incluso más rico que el no escrito, pero que, en cualquier caso, requiere cierto trato especial para situarse dentro de él".

Italo Calvino, Mundo escrito y mundo no escrito, Ediciones Siruela, 2006

Pessoa-Libro del Desasosiego

Todo se me evapora. Mi vida entera, mis recuerdos, mi imaginación y lo que contiene, mi personalidad, todo se me evapora. Continuamente siento que he sido otro, que he sentido otro, que he pensado otro. Aquello a lo que asisto es un espectáculo con otro escenario. Y aquello a lo que asisto soy yo. Encuentro a veces, en la confusión vacía de mis gavetas literarias, papeles escritos por mí hace diez años, hace quince años, hace quizás más años. Y muchos de ellos me parecen de un extraño; me desreconozco en ellos. Hubo quien los escribió, y fui yo. Los sentí yo, pero fue como en otra vida, de la que hubiese despertado como de un sueño ajeno. Es frecuente que encuentre cosas escritas por mí cuando todavía era muy joven, fragmentos de los diecisiete años, fragmentos de los veinte años. Y algunos tienen un poder de expresión que no recuerdo poder haber tenido en aquel tiempo de mi vida. Hay en ciertas frases, en varios períodos, de cosas escritas a pocos pasos de mi adolescencia, que me parecen producto de tal cual soy ahora, educado por años y por cosas. Reconozco que no soy el mismo que era. Y, habiendo sentido que me encuentro hoy en un progreso grande de lo que he sido, pregunto dónde está el progreso si entonces era el mismo que soy ahora. Hay en esto un misterio que me desvirtúa y me oprime. Hace unos días sufrí una impresión espantosa con un breve escrito de mi pasado. Recuerdo perfectamente que mi escrúpulo, por lo menos relativo, por el lenguaje data de hace pocos años. Encontré en una gaveta un escrito mío, mucho más antiguo, en que ese mismo escrúpulo estaba fuertemente acentuado. No me comprendí en el pasado positivamente. ¿Cómo he avanzado hacia lo que ya era? ¿Cómo me he conocido hoy lo que me desconocí ayer? Y todo se me confunde en un laberinto donde, conmigo, me extravío de mí. Devaneo con el pensamiento, y estoy seguro de que esto que escribo ya lo he escrito. Lo recuerdo. Y pregunto al que en mí presume de ser si no habrá en el platonismo de las sensaciones otra anamnesis más inclinada, otro recuerdo de una vida anterior que apenas sea de esta vida... Dios mío, Dios mío, ¿a quién asisto? ¿Cuántos soy? ¿Quién es yo? ¿Qué es este intervalo que hay entre mí y mí?.